En el corazón de México, en agosto de 2015 se hizo un descubrimiento sorprendente debajo del legendario templo de El Castillo en Chichén Itzá. Los investigadores, preocupados por la integridad estructural del templo debido a un sumidero detectado, iniciaron una exploración exhaustiva del sitio. Sus hallazgos revelaron un secreto arquitectónico monumental: pirámides anidadas dentro de la propia gran pirámide.
Los expertos han descubierto que la pirámide de Chichén Itzá no es una estructura independiente. Más bien, se trata de una serie de tres pirámides construidas una dentro de otra, que recuerdan a las muñecas rusas anidadas. Este fenómeno arquitectónico no es una anomalía ni exclusivo de Chichén Itzá. Existe un patrón similar en la Gran Pirámide de Cholula, cerca de la Ciudad de México, e incluso en la pirámide de Zoser en Saqqara, Egipto.
Históricamente, se utilizaron una y otra vez los mismos principios de diseño, métodos de construcción y medidas, como si siguieran un modelo. Surge la gran pregunta: ¿por qué las civilizaciones antiguas reconstruyeron repetidamente estas estructuras?
Los teóricos de los antiguos astronautas plantean una teoría provocativa. Sugieren que tal vez los extraterrestres, que algunos creen que influyeron en la arquitectura antigua, tenían intenciones específicas, aún por comprender. A medida que las estructuras evolucionaron con el tiempo, ¿hubo un impulso hacia diseños arquitectónicos más grandes y expansivos? ¿Podrían estas estructuras haber cumplido un propósito tecnológico desconocido para nosotros?
Profundizando en la historia, la idea de una red mundial que conecte estos sitios sagrados no es nueva. Los filósofos griegos antiguos, incluido Platón, creían en la colocación deliberada de lugares sagrados a lo largo de líneas distintas a lo largo de la faz de la Tierra. Este concepto cobró impulso en la década de 1960 cuando el investigador Ivan T. Sanderson propuso una red planetaria basada en las filosofías de Platón. Investigadores posteriores ampliaron el modelo de Sanderson y propusieron un patrón geométrico global, siendo su epicentro la Gran Pirámide.
Sorprendentemente, los expertos rusos catalogaron más de 3.300 estructuras de piedra en todo el mundo. Sus estudios demostraron que todos y cada uno de ellos se alineaban con este patrón de cuadrícula geométrica. Stonehenge, el Triángulo de las Bermudas, los megalitos de África occidental y las pirámides de Perú y México, entre otros lugares emblemáticos, encajan en esta cuadrícula.
Es posible que la ubicación estratégica de estos antiguos monumentos no haya sido aleatoria. Se postula que estos sitios, estratégicamente vinculados, funcionaban como una intrincada placa de circuito, amplificando el poder de cada ubicación conectada.